lunes, 21 de febrero de 2011

Síntesis - 21° Conferencia. Desarrollo libidinal y organizaciones sexuales.

En el texto se dice que los perversos tienen objetos y metas diferentes en la sexualidad pero no importando esta diferencia llegan a tener orgasmo como el de cualquier persona. Las personas normales también tienen rasgos perversos, ejemplo de ello el beso, porque es la unión de dos zonas erógenas en lugar de los dos genitales.

Lo más importante en las perversiones es que se deja de lado la reproducción y una de las pulsiones parciales prima sobre las demás. Comparándolo con la sexualidad infantil tenemos que las pulsiones parciales son de igual importancia y que todas persiguen el logro del placer. En el caso de que estas pulsiones parciales persistan en el adulto, se le llamaría infantilismo (numerosas pulsiones parciales que han impuesto su meta o han persistido en ella con independencia unas de otras) de la vida sexual, no perversión.

Los niños comienzan a experimentar el placer de órgano aproximadamente a los 3 años, este depende de la actividad de los genitales. En estos años se da una excitación genital y se puede presentar la masturbación. Este desarrollo libidinal se da más a los 3 años y es latente entre los 6-8 años. El carácter perverso de algunas de estas metas depende, naturalmente, de la inmadurez constitucional del niño, quien no ha descubierto aún la meta del coito.

En el periodo de latencia se da una amnesia infantil, el olvido de nuestros primeros años de vida. Cuando se hace un psicoanálisis se pretende recordar ese periodo olvidado, que según el psicoanálisis se pudo haber dado por reprimir esas primeras experiencias sexuales.

Con el estudio psicoanalítico de las neurosis se hizo posible identificar unas fases todavía más remotas del desarrollo libidinal.

Una fase Pregenital donde se sitúan las pulsiones sádicas y anales. La oposición entre masculino (refiriéndose a una pulsión de apoderamiento que se puede volver cruel) y femenino. La oposición entre activo y pasivo. También se presentan la pulsión de ver y la pulsión de saber. Los genitales participan en la vida sexual sólo en su papel de órganos para la excreción de la orina. Esta etapa  precede  a la fase del primado genital.

Antes de la fase sádico-anal hay una etapa anterior, la zona erógena de la boca.

Las  pulsión sexual tiene desde el principio un objeto y este objeto puede ser retenido como es el caso de la pulsión de apoderamiento (sadismo) o puede ser cambiado por una parte del propio cuerpo como en el caso de los bebes, que cambian el componente oral en el pecho de su madre. El desarrollo posterior debe permitir, abandonar el autoerotismo, cambiar de nuevo el objeto situado en el cuerpo propio por un objeto ajeno y unificar los diferentes objetos de las pulsiones singulares, sustituirlos por un objeto único.

La madre es el primer objeto de amor del niño, de ahí nace el «complejo de Edipo», en el caso de los niños quieren tener a la madre para ellos solos, siente como molesta la presencia del padre, se enfada cuando el padre es tierno con la madre, le gusta cuando el padre se va. Es una actitud egoísta. En las niñas, tiene una actitud tierna con el padre, necesidad de eliminar a la madre y ocupar su puesto, una coquetería.

En la relación con los hermanos los niños y niñas ven en ellos intrusos porque llegan a ocupar su lugar y a quitarles ese amor de sus padres. Cuando estos hermanos crecen la actitud cambia. El niño puede tomar a la hermana como objeto de amor en sustitución de la madre infiel; entre varios hermanos que compiten por una hermanita más pequeña ya se presentan las situaciones de rivalidad hostil que cobrarán significación más tarde en la vida. Una niñita encuentra en el hermano mayor un sustituto del padre o toma a una hermanita menor como sustituto del bebé que en vano deseó del padre.

La primera elección de objeto es, por lo general, incestuosa; en el hombre, se dirige a la madre y a las hermanas, y se requieren las más terminantes prohibiciones para impedir que se haga realidad esta persistente inclinación infantil. El incesto con la madre es uno de los crímenes de Edipo; el parricidio (es el homicidio de los parientes) es el otro.

Volvámonos ahora de la observación directa del niño a la exploración analítica del adulto que ha contraído neurosis.

En la pubertad, cuando la pulsión sexual plantea sus exigencias por primera vez en toda su fuerza, los pensamientos de incesto deben permanecer en la inconsciencia. Desde esta época en adelante, el individuo humano tiene que consagrarse a la gran tarea de desasirse de sus padres; solamente tras esa suelta puede dejar de ser niño para convertirse en miembro de la comunidad social.

Pero los neuróticos no alcanzan de ningún modo esta solución; el hijo permanece toda la vida sometido a la autoridad del padre y no está en condiciones de trasferir su libido a un objeto sexual ajeno. Esta misma puede ser, trocando la relación, la suerte de la hija. En este sentido, el complejo de Edipo es considerado con acierto como el núcleo de las neurosis.

Pero como todos los hombres, y no sólo los neuróticos, tienen esos sueños perversos, incestuosos y asesinos, estamos autorizados a concluir que también los que hoy son normales han recorrido la vía de desarrollo que pasa por las perversiones y las investiduras de objeto del complejo de Edipo, que esa vía es la del desarrollo normal y que los neuróticos no hacen más que mostrarnos aumentado y ampliado lo que el análisis de los sueños nos revela también en las personas sanas.




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