El lenguaje según lacan hay que situarlo en el orden de lo real, mientras que el sentido simbólico es lo irreal.
Para Freud no es más que en el mundo de lenguaje donde la pulsión puede tomar su función dominante.
Para Lacan la pulsión es una trayectoria, como un circuito. En este circuito la pulsión se origina en una zona erógena, gira en torno al objeto y vuelve de regreso a la zona erógena. Las zonas erógenas son los lugares en el cuerpo donde la pulsión se hace presente. Este circuito está estructurado por las tres voces gramaticales: 1. la voz activa, que con el ejemplo de la pulsión escópica sería «ver». 2. la voz reflexiva, que alude al «verse», y 3. la voz pasiva, que indica el «ser visto». Los primeros dos tiempos, las voces activa y reflexiva, son autoeróticos, en la medida en que les falta un sujeto. Sólo en el tercer tiempo -la voz pasiva- en el que la pulsión completa su circuito, aparece, “un sujeto nuevo”. Como la pulsión es activa, Lacan describe el tercer tiempo no como «ser visto», sino como «hacerse ver».
Lacan describe a la pulsión como una trayectoria que es significante y simbólica. A esta cara significante de la pulsión se opone una cara real, que apunta directamente al goce. Lacan la ilustra con el ejemplo de la boca que se da un beso a sí misma, de tal manera que la verdadera finalidad de la pulsión es obtener la satisfacción, sin que importe para nada el objeto de la pulsión.